QUIQUE....EL CAMINANTE

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Las calles lo vieron crecer, y yo también a través de la ventana. Nunca un hola ni un chau. Ni siquiera un gesto amigable. Repaso las miradas de desprecio que todos les clavábamos cada que aparecía con su traje maloliente.



Recuerdo los días de frío, en la farmacia; cuando mamá me llevaba a comprar el jarabe de la tos y él entraba. El tufo hacía que los clientes salieran disparados con nariz fruncida y una mano de barbijo.



Sólo quedábamos nosotros y no se muy bien por qué, supongo que, porque el jarabe era demasiado importante como para dejarlo en el mostrador.



Con los amigos de la cuadra solíamos preguntarnos que clase de espécimen era él, y ensayábamos alguna manera de molestarlo sin que nos lleguen sus tortazos y escupitajos. Reconozco que éramos muy crueles, pero la verdad nadie nos enseñó a respetarlo. En ocasiones sentí remordimiento, pero aprendí a convivir con eso, pensando tal vez que su misión en la vida era asustar a la gente, ser bien malo para que los chicos aprendiéramos a no seguir el mal ejemplo. Una especie de Grinch austral. Eso!



En épocas de fiestas navideñas, cuando los papas dormían casi todo el día para recuperarse de la “noche buena”, mis amigos y yo jugábamos en el patio externo con nuestras pelotas originarias del polo norte. Por la vereda del frente pasaba él, con su típico reniegue en lengua extraña, pantalón gris o marrón abajo y húmedo, un cigarro en la otra mano mugrienta y la cabeza rapada, sin rumbo.



La pelota pico tres veces y se quedó quieta, todos los ojos se dirigieron al personaje que por allí pasaba, perpetuamente apestoso; con las mismas ropas tristes, los ojos vacíos.



Los muchachos no perdieron la oportunidad de gritarle las mismas cosas de siempre, y esa imagen me cayo como un piano en la cabeza, por primera vez contemplaba de otra perspectiva la humillación de la burla, el desamparo, la indiferencia que mata.



Y me pregunté: que hace Quique en navidad?



Quique tenía más o menos la edad de mi hermano, que aunque Papá Noel ya no lo tenía en cuenta a la hora de los regalos, estrenaba ropa y zapatos. Salía con amigos, tiraba cuetes, era feliz, tenía una vida.



Qué hace Quique en navidad? No lo se y nunca lo supe pero me lo pregunto cada año.



Hoy que peino canas, sigo viendo al mismo Quique vagar por las viejas calles de tierra ya asfaltadas. El mismo desprecio de la gente taladrando la cabeza rapada de un hombre fracasado, matado por la indiferencia de sus vecinos que, sabiendo de su inocencia ultrajada y los sufrimientos de aquel niño, no intervinieron para mejorarle el futuro.



Estoy convencido que fui un pelotudo ignorante y prejuicioso y cada noche buena me lo recuerdo y transmito a mis hijos.



Con el tiempo supe que su nombre no era su nombre. Lo bautizó el pueblo y así quedó.



Quique era su hermano, a quien él llamaba a gritos cuando lo castigaban.



Quique es la sombra de la orfandad, mártir de la injusticia social, blanco de las peores culebras urbanas, victima del maltrato y desamparo de todos.



Y me pregunto cuántos Quiques andan sueltos por las calles argentinas, vagabundos sin infancia, aspecto residual confundido en la basura, hombres rotos casi muertos en vida. Navidades, fiestas patrias, todo es igual para ellos. Y para nosotros…también??? Quién es más pobre.




1 comentarios:

liliana dijo...

yo lo conoci hace 5 años nada mas pero se de el por las personas de acayo me pregunto...nadie nunca pudo hacer nada poe el?solo dejarlo andar como dice serrat caminante no hay camino,quique lo hace las 24 hs